jueves, 3 de noviembre de 2011

PRESENTACION

Hoy en día en todos los ámbitos de la educación superior se habla de la necesidad de implementar estrategias didácticas centradas en el estudiante, en la que el docente asume un rol de facilitador y mediador. Frente a estos nuevos roles de los agentes educativos surge una serie de propuestas para innovar  la práctica educativa especialmente en lo que se refiere a las estrategias didácticas.
Muchos de los que  ejercemos la docencia venimos de un sistema educativo en la cual la lección magistral fue el método por excelencia. La transmisión del conocimiento por parte del profesor y la recepción pasiva de la información, así como la memorización de los contenidos disciplinares fueron  signo de “inteligencia” y éxito en los estudiantes.
Los críticos de este método señalan que el estudiante  se convierte en un ser receptivo, pasivo, limitando su aprendizaje a un ejercicio meramente reproductivo. Al mismo tiempo, se le critica que es una enseñanza difícilmente adaptada a las peculiaridades de cada estudiante, al permanecer genérica e impersonal. Es una enseñanza dirigida a la memorización, fomenta el aprendizaje superficial, no se preocupa por desarrollar otras habilidades en el estudiante.
Todas estas críticas son válidas si el docente lleva a cabo una exposición continuada puramente transmisora y si los estudiantes solo se dedican a escuchar y tomar nota. Pero no tienen razón de ser si la exposición se alterna con estrategias participativas, que fomenten no solo el aprendizaje de los contenidos sino también el desarrollo de las competencias.
 Por otra parte la incorporación del Modelo por Competencias en la formación universitaria  nos invita a reflexionar en torno a la siguiente pregunta que también surge al momento de la planificación:
 ¿Por qué ahora no podemos seguir sosteniendo el modelo de enseñanza convencional o tradicional que en tiempos pasados y a la luz de toda comparación para las generaciones que nos antecedieron se sostiene que fueron  mejores?
 Porque este modelo fue válido en un tiempo y contexto determinado, pero ante la Sociedad del Conocimiento surge la necesidad de que la Universidad revise sus propuestas formativas, renueve sus acciones y su relación con la sociedad. Todos somos testigos de la gran transformación que se da en la sociedad de hoy la que exige una acción protagónica de la Universidad. El vertiginoso avance de la tecnología propicia a su vez un cambio en los procesos de generación y transmisión del conocimiento, por otro lado el contexto laboral es altamente competitivo y demanda por lo tanto en forma creciente recursos humanos muy calificados.  Por ejemplo Un aviso de Coca Cola, donde lanza el Programa de Jóvenes Profesionales (Clarín 03/11/02) para distintas áreas de la empresa, nos brinda alguna pista. El perfil requerido se define con los siguientes atributos: integridad, pensamiento sistémico, innovación, colaboración, búsqueda de calidad, flexibilidad, comunicación efectiva, planeamiento y organización.
La primera reflexión es que prácticamente ninguna de estas capacidades son preocupación de los diseños curriculares de las distintas carreras universitarias y sin embargo, son las que definen las búsquedas de las empresas. Hace unos años estos podrían ser los requerimientos para cubrir algún puesto gerencial, pero hoy ya se considera una condición de base aún para los recién egresados.
La empresa Techint, que incorpora todos los años a cientos de jóvenes profesionales, dicta un curso de capacitación intensivo para todos los ingresantes, que tiene como objetivo cubrir el gap que existe entre la formación universitaria y los requerimientos de la actividad empresarial. Este programa de formación aborda temas tales como la comunicación interpersonal, el trabajo y el aprendizaje en equipo y un conjunto de competencias que hoy se consideran indispensables para los trabajadores no manuales, es decir, quienes desempeñan tareas basadas en el conocimiento.[1][1]
Para responder a estas demandas se debe incluir a nivel de la docencia cambios que según Zabalza, giran alrededor de los siguientes propósitos:
·         La docencia estará centrada en el estudiante, preparándolo, sobre todo, para el aprendizaje autónomo.
·         El papel del docente cambia completamente ya que, de estar centrado en la transmisión de contenidos, pasa a ser el gestor del proceso de aprendizaje.
·         Una más clara definición de objetivos, ya que la organización de la formación estará orientada de cara a la consecuencia de competencias.
·         Cambios en la organización de los aprendizajes, en una perspectiva curricular que refuerce la continuidad, la modularidad y el trabajo coordinado.
·         Una nueva definición del papel formativo de la Universidad, dentro de marco de la formación a lo largo de la vida.
·         Nuevo papel de los materiales didácticos: entendidos ahora como recursos capaces de generar conocimiento de alto nivel y de facilitar el aprendizaje autónomo.
·         Una mayor importancia del manejo de herramientas de aprendizaje frente a la mera acumulación de conocimientos.
Todos estos propósitos exigen la innovación en la metodología didáctica, el docente debe seleccionar estrategias en la que los estudiantes aprendan hacer, aprendan a conocer, aprenda a ser.


[1][1] Disponible en: http://www.gestiondelconocimiento.com/leer.php?id=257&colaborador=Anzorena

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